Playas de Gantadd

Levanté la vista hasta el cielo un momento y vi un enorme pájaro. Me estremecí de miedo. De esa extraña montura bajo un hombre, como si de un príncipe se tratase y clavó su mirada en mi. Un extraño escalofrío terrorífico subió por mi espalda haciéndome temblar.
Mis ojos se abrieron, asustados, y miré a ambos lados para ver que quien saludaba no era a mi. Tragué saliva y sospesé la posibilidad de huir corriendo de allí, algo gratificante en esos momentos, pero mis pies no me respondían y se quedaron lavados en la suave arena.
Le saludé con un leve movimiento de cabeza y un susurro

- Buenas noches... - mi mirada se clavó en lo más hondo de la arena que había bajo mis pies

El ave alzó el vuelo dejando tras de si una nube de suave arena. Entre cerré los ojos y apoyé mi mano en la cabeza para que el pelo no se me revolviera con el aire

- S... Sí, estoy bien... - susurré de nuevo, sin mirarle. ¿Cómo podía un puro hablar conmigo, una asquerosa mestiza, una Ganti?

Al ver que dio un paso hacia mi, mi frágil cuerpo reaccionó solo y se echó un paso hacia atrás, adentrándose en el agua. Levanté la cabeza asustada y le miré directamente a los ojos, toda una osadía. Sabía lo que me tocaba, que me pegase, me insultase o algo por el estilo. Agaché la mirada rápidamente y me encogí a la espera de mi castigo-

Levanté la mirada rápidamente hasta sus ojos, sorprendida. ¿No me haría nada?

Su cálida mirada me hizo relajarme, ¿porqué? Me sonrojé y me rasqué el cuello delicadamente. No estaba acostumbrada a tratar con chicos desconocidos, solo con mi padres y mis hermanos.

- ¿D... De verdad? - susurré por tercera vez, con voz dulce. Suspiré aliviada al ver como asentía con la cabeza y di un paso hacia él, aún tintineante y miedoso. Coloqué bien un mechón de mi pelo tras mi oreja mientras rompía nuestro contacto visual, aún estaba a una distancia prudencial del chico, pero pese a eso, podía sentir su mirada clavada en mi.

Vi como me sonreía y me sonrojé de nuevo, agachando la cabeza. Oí la arena moverse, él se acercaba. Solo día un paso, pero tal zancada lo dejó a un escaso metro de mi. Desde allí, casi podía oler su perfume. Me golpeé mentalmente y zarandeé la cabeza, haciendo que mis cabellos revoloteasen en el aire.

Noté como cientos de ojos se clavaban en mi nuca y espalda, no sabía porqué, pero presentí que un grupo de Varus que nos miraba con odio. Oí como el chico llamaba al pájaro-montura con un suave silbido y esta aparecía en un instante. Él habló de nuevo y un escalofrío me recorrió la espalda. Se iba...

- N... No es eso... So... Solo que... - susurré tan bajo que estuve segura de que no pudo oírme. Subió a su montura y me miró de nuevo mientras se alzaba al vuelo. Caminé rápidamente hasta estar a pocos pasos de donde había estado él hacia segundos, y miré hacia el cielo, hacia él.

- Yo soy Lena - conseguí decirle con voz normal, por fin, cuando ya se estaba ganando altura, alejándose de mi y de la playa. Aún notaba las miradas de los Varus clavadas en mi así que decidí volver a casa lo más rápido posible. ¿Qué podría hacer una maldita mestiza contra unos Varus puros? Nada.

Salí de allí con rapidez.

Di otro pequeño bote, al igual que mi corazón, al oír que pronunciaba mi nombre con su agradable voz. Mis mejillas ardían y di medio paso atrás con las manos cruzadas encima el pecho.

- S... ¿Sí? - susurré. No estaba segura de que decir, o que hacer, solo sabía que mi corazón latía como un caballo desbocado y que mis ojos se movían nerviosos intentando buscar su figura, el origen de esa embriagadora voz, en la oscuridad.

Pronto, el viento meció mis falda y mi melena castaña, al mismo tiempo que apartaba las nubes que prohibían que la luz lunar nos bañase. Y le vi, allí, a mi lado; tan perfecto como lo recordaba, con un brillo entusiasmado en sus oscuros ojos.

- Narel... - susurré. Vi como su mano se alargaba hacia mi pierna, como si de un robot se tratase, hasta tocar mi piel de la extremidad. Mi pálida, celeste y fría piel. Noté como si una ligera descarga eléctrica surcase mi cuerpo, desde donde nuestras pieles se rozaron hasta la nuca, haciendo que el bello de mi cuerpo se erizase.

Entre abrí los labios, de pronto la boca se me había secado y no era capaz de hablar. Pude notar su fragancia entremezclada con el aroma salado del mar, pese a eso, su esencia podía ser percibida. Parecía menta, pero no estaba segura. Era fresa, dulce y embriagante. Como si de él emanara el olor de cien mil aromas distintos, aunque sin duda no era ninguno de ellos. Finalmente, llegué a la conclusión que se parecía ala hierbabuena mezclada con menta y miel limón.

Inspiré fuertemente sin darme cuenta, para preservar ese embriagador aroma en mis recuerdos, antes que ese pequeño momento de cuento de hadas se esfumase.

Notaba cada vez más su proximidad y mi cuerpo reaccionaba a ello. Sin comerlo ni beberlo, mi cuerpo se acercaba a él, a pasos lentos y cortos, sin abandonar ese nimio contacto de nuestras pieles. Le miré a los ojos, esos negros y profundos ojos que me invitaban a estar a su lado, a no irme de allí. Tragué saliva, pues mi garganta y mi boca estaban secas por su increíble presencia.

Mi cabeza daba vueltas, me estaba empezando a marear. Su aroma, mi respiración agitada y ese extraño sentimiento. Cerré los ojos con fuerza y me dejé caer lentamente a su lado, hasta quedarme sentada.

- B... Bien... Gracias... - susurré sin mirarle, pero notando sus ojos clavados en mi. Una sonrisa cruzó fugaz por mi rostro. -Y... ¿Y tu? - ya casi no recordaba ni como se hablaba o como se mantenía un diálogo con alguien ajeno a mi família

Tragué saliva mientras tenía aún fija mi mirada en sus ojos. Allí, sentada prácticamente a su lado, el corazón me bailaba agitado, como si algún dios tocase con ira un tambor. Respiré agitadamente hasta que pude controlar la respiración. Noté como a él le pasaba algo parecido, supongo que empezó a respirar más lento y menos veces por el asco que yo debía darle. Supongo que el hedor que hacemos los mestizos es asqueroso.

Me miré la mano, pálida, azulada y fina. Suspiré levemente y luego oí e nuevo su voz. Contra todo pronóstico, había respondido a mi pregunta. Le miré de nuevo y una fugaz sonrisa se dibujó en mis labios. Al admirar la perfección de su rostro, el pecho se me desbocó de nuevo. ¿Como podía un ser tan perfecto estar a mi lado y no mirarme con asco?

- M... Me alegro... - conseguí susurrar pese a tener la boca y la garganta seca. Tomé una gran bocanada de aire para ver, si de esa forma, mi mente se despejaba y dejaba de parecer una imbécil antisocial (que lo soy) sin capacidades de decir más de cuatro palabras una detrás de otra.

El corazón me dio un vuelvo al oír esas palabras. ¿Serían ciertas?

El corazón empezó a bombear con más fuerza, siguiendo un ritmo vertiginoso y alocado. No entendía porque pero su cara me era familiar pero a al vez lejana, desconocida. Tragué saliva y me giré hasta estar de caras a él. Doblé mis piernas y las abracé contra mi pecho. Apoyé la cabeza en las rodillas y le miré a los ojos. Me cautivaban demasiado, me podría haber pasado horas mirándole.

Tragué saliva de nuevo y suspiré, tranquilizándome; o quizás pensando de lo que le iba a decir.

- B.. Bueno.. - susurré y puse mi mano detrás mi cuello. Me mordí el labio inferior levemente, desviando la mirada. - M... me llamo Helena p.. pero mi familia me lla...llama Lena... - murmuré - S... Soy una Ganti... Medio Celeste me... medio humana...