Playas de Gantadd

Me encogí sobre mi misma al oír su primera respuesta. Si es que tenía que ser imbécil para contarle tal estupidez TAN obvia. Me sonrojó cuando me dijo que era guapa. ¿Guapa yo? No podía creérmelo

- N... No soy guapa... Soy... Normal... Un monstruo de color azul... - susurré. Mi rostro se enrojeció y temblé. Él abría y cerraba las manos, como si intentase controlarse la ira o el odio. Me asusté y abracé con más fuerza mis piernas contra mi pecho. De pronto, alzó la mirada y sus ojos se clavaron en los míos. Eran tan perfectos, tan bonitos... Parecían dos orbres de cristal negro brillando bajo la luz de la luna. Pasó por mi mente que estuviese mirándome con algún tipo de sentimiento rozando el cariñó, algo imposible.

Zarandeé la cabeza, alejando esos pensamientos imposibles de ella. Temblé de nuevo y me mordí de nuevo el labio inferior. Al oír de nuevo su nombre, un extraño aleteo hizo acto de presencia en mi estómago. Sonreí levemente, por fin sabía algo más de él.

- Y... Yo de p... pequeña viví un tiempo en Nurgon, p... pero los humanos nos repudiaron a mi familia y a mi... - le expliqué por vete-tu-a-saber por qué. - Al igual que los Ce... Celestes...

- Si lo soy... - susurré. - Si no lo fuese sería como tu. Con un color de piel normal, no una mezcla entre azul y carne... - no buscaba compasión alguna, pero por mi misma sabia en que posición me encontraba. Era una mestiza, y los mestizos son monstruos, abominaciones de dos razas distintas.

Noté como me cogía la mano dulcemente y me sonrojé con el roce. Su sonrisa me era familiar, pero todo era tan confuso... Me había pasado años de mi vida encerrada en mi habitación sin más contacto que mi familia. Durante mi infancia había conocido a un niño en Nurgon, pero dudaba que fuese él. Seguro que ese crío ya se había olvidado del monstruo azul que un día estuvo en su clase...

Seguro que si.
¿Porqué iba el hijo del rey, el príncipe, acordarse del bicho raro, azul y frío que había en su misma clase?

- N... No me acuerdo muy bien... - susurré al ver su expresión decidida. - De... Desde que nací hasta los siete años viví en Nurgon, en el reino de Vanissar, c... creo. Y después de los siete a los diez en Celestia. Hace apenas nueve que vivo en Gantadd...- tragué saliva, ¿porque me preguntaba eso?

- Gra... Gracias... - susurré al oír sus amables palabras y me sonrojé con el contacto de su cálida mano en mi mejilla. Vi como enterró su mano en la arena, claro, mi piel era fría como el mármol y a esas horas la tierra hervía, algo que le debía gustar más que mi cadavérica piel. Suspiré.

Pocos segundos después abrió sus perfectos labios y habló con su hermosa voz, y solo me dediqué a escucharle con atención.

- ¿También vivías allí? - pregunté. - Qué coincidencias - susurré con una risa leve. Oí que añadió algo más al final de la frase, algo en voz baja, como si fuera un apunte que solo tuviera que saber él. No lo oí, así que no pregunté al respecto. Asentí, apenada, cuando me dijo que debía partir.Sonreí levemente y me despedí con un movimiento ágil de mano. - Hasta pronto - le respondí.

Me acarició de nuevo la mejilla y cerré los ojos con el contacto, con el agradable contacto de su mano cálida en mi fría piel. Se levantó veloz, llamó a su montura y desapareció poco después de despedirse. Me quedé allí de pie, viendo como se iba al alba mientras el viento mecía mi melena castaña y mi falda negra.

Caminé lejos de la playa y poco rato después me perdí entre las calles que empezaban a despertarse