Zona boscosa

Intenté abrirme paso por la espesa vegetación hasta llegar a un claro. Aquel era mi lugar preferido, donde tantas veces me había escondido cuando de pequeña me escapaba de casa. Era el lugar donde más tranquila y segura me sentía. Me acerqué a uno de los árboles y trepé hasta una de sus ramas para sentarme cómodamente en ella.

Escuché ruidos en algún lugar de mi alrededor. No sabía a ciencia cierta de donde procedían, pero lo que tenía claro es que se trataba de alguien y no de algún animalillo de este pequeño bosque. Me pegué más al tronco del árbol buscando refugio entre las hojas, mientras intentaba saber de quien o que se trataba.

-¿Licaón? -dije alzando la voz al verle, saliendo ligeramente de mi posición.
Me incliné un poco sobre la rama para verle y asegurarme bien de que era él.

Me deslicé de la rama donde me encontraba, dejándome caer al suelo
-Soy yo, Alanna -dije con una leve sonrisa alegrándome de que fuera él y no algún intruso o alguien de la guardia que pudiera haber seguido mis pasos hasta allí- al final decidiste pasarte ^^

Miré a mi alrededor asintiendo con un leve cabeceo
-Sí, no tiene ni punto de comparación, pero es lo más parecido a un bosque que pueda tener cerca de mi casa -ladeé la cabeza ligeramente, mirándole con algo de duda- ¿es cierto que los feéricos podeis hacer crecer las plantas?

-Entonces, si no es mucha molestia ¿podrías hacer aparecer algunas flores o plantas para que alegrasen un poco este lugar? así no estaría tan soso.

-¿Una simple planta podría cambiarlo todo? -me quedé observando mi alrededor- no me gustaría que fuese un cambio tan drástico, siempre lo he conocido así...

-Creo que con eso sería suficiente -murmuré al ver las flores que acababan de aparecer- me gusta, es simple pero bonito y lo que menos querría es que un sitio tan familiar para mí se volviese desconocido.

-Supongo que... todo lo bien que un humano podría conocer un lugar -respondí al recordar lo que me dijo en cierta ocasión respecto a ese tema- llevo viniendo desde que era pequeña.

-Lo sé, aunque de toda la zona, este pequeño claro era mi preferido, siempre acaba viniendo a parar aquí -le observé mientras paseaba- es como una especie de refugio, un lugar donde mis problemas y el resto de cosas pueden desaparecer.

Me puse tensa durante unos segundos pero al instante me relajé
-Eso mismo me preguntaba siempre yo -caminé hacia las flores que había hecho aparecer momentos antes, agachándome junto a ellas para poder contemplarlas de más cerca- pues... problemas, el deber y obligaciones que el resto de niños no tienen, mi padre es el soberano de este reino -fui bajando el tono de voz hasta convertir en un susurro esas últimas palabras.

Alcé la mirada hacia él removiéndome algo incómoda cuando dijo esa palabra
-Emm... sí así es -intenté sonreír- uno no elige donde nace...